jueves, 27 de febrero de 2014

DE ALUMNOS Y MAESTROS

¿Y usted, tras cinco años enseñando, ha aprendido algo de sus alumnos? La pregunta era una más en la entrevista, distendida y promocional, que la periodista mantenía con un talentoso hombre de teatro a propósito de sus últimos estrenos y de alguno próximo.
La pregunta era, sí, una más, acaso de las menos interesantes o pertinentes de la conversación. Y, sin titubear, fue contestada afirmativamente y con profusión de argumentos. No se esperaba otra cosa de tal persona. Aunque ya sabemos que en ciertos ámbitos, como el periodismo o el judicial, son las respuestas las que determinan la importancia y el interés de las preguntas, esa pregunta, en sí misma, se las trae.
Porque para aprender algo de alguien, antes hay que entender, con cierta dosis de empatía, lo que dice, y para eso hay que escucharlo  y, si puede ser, a su nivel. Este proceso, aparentemente rápido y fácil, no lo es tanto. En absoluto: no es nada fácil ponerse al nivel de los otros, sean quien sean; no es nada fácil escuchar a los demás; y no es nada fácil empatizar con los demás, hasta el punto de entender su punto de vista; por tanto, no es cualquier cosa eso de aprender algo de los demás. Y mucho menos de los alumnos, que son mucho más jóvenes y pequeños, y mucho menos cultivados, y son, eso, alumnos,

Yo soy de los que creen que, en general, no nos escuchamos lo suficiente; quizá porque creamos que no vamos a oír nada interesante de los demás, que no nos van a enseñar nada nuevo, o, peor, que nos estamos rebajando, y podemos perder así autoridad frente a quien intenta decirnos algo que quizá no sabíamos; no vaya a ser que tengamos que reconocerlo. Y, sin duda, ahí nos equivocamos. ¡Cuánto deja de aprender el profesor que no escucha a sus alumnos! ¡Cuánto se está perdiendo el padre que no escucha a sus hijos! ¡Cuánto deja de avanzar la sociedad cuyos gobernantes no escuchan a sus ciudadanos! Por cierto, el origen del término autoridad es el verbo latino augere, que significa, aumentar o hacer progresar. Pero eso, parece que fue hace mucho tiempo.
EL CATALEJO. RADIO CHINCHILLA,
jueves, 27 de febrero de 2014.

jueves, 20 de febrero de 2014

LARRA

Entre 1709 y 1712, Addison y Steel editaron en Londres, muy exitosamente, las publicaciones The Tatler y The Spectator -El Hablador y el Espectador, respectivamente-, convirtiéndose así, para muchos, en los padres del periodismo impreso moderno.
Justo un siglo después, en 1809, nacía en Madrid, Mariano José de Larra y Sánchez de Castro, considerado unánimemente como uno de los padres del periodismo moderno en español.
¿De qué escribían estos periodistas, unos y otro, hace 2 y 3 siglos? ¿Qué sucesos reclamaban su atención y la de sus lectores? ¿Cuál era su criterio para destacar unos temas y no otros? Ellos, y otros como ellos, sin saberlo ni pretenderlo, dieron forma a lo que mucho tiempo después se llamó “el cuarto poder”, a lo que en todo el mundo actual, y desde hace ya muchas décadas, supone uno los más importantes núcleos de influencia social y política, de poder económico y de interés público
Larra se suicidó - parece que por un rechazo amoroso- tal día como el jueves pasado, un 13 de febrero, de hace 177 años, a falta de un mes para cumplir los 28 años. Debe su fama, sobre todo, a la creación de un subgénero literario: los llamados “artículos de costumbres”, algunos muy célebres, como “Vuelva usted mañana” o “El castellano viejo”, entre otros, en los criticaba, con tanta sátira como maestría, ciertos usos y hábitos de la sociedad de la época, y que aún son modelos y referentes para el periodismo escrito.

Yo, que, como casi todos los ciudadanos,  sigo los sucesos de la actualidad, pero que también vuelvo de vez en cuando a Larra, me he preguntado muchas veces: ¿Qué habría escrito un genio, un adelantado a su tiempo como Larra hoy? ¿Sobre la crisis económica? ¿Sobre el paro? ¿Sobre la corrupción política? ¿Sobre el nacionalismo? ¿Se habría suicidado hoy como entonces? ¿Si lo hubiera hecho, hubiera sido por amor?

EL CATALEJO. RADIO CHINCHILLA,
jueves, 20 de febrero de 2014.

jueves, 6 de febrero de 2014

FÉLIX GRANDE. IN MEMÓRIAM

Hace una semana murió Félix Grande, uno de los más grandes poetas de las últimas décadas y un gran amigo de Albacete, adonde venía con cierta frecuencia. Presidía además el jurado de los Premios de Poesía Barcarola.
Algunos tuvimos el privilegio de conocerlo personalmente y, en más de una ocasión, de compartir con él mesa, mantel y tertulia. En la primera de éstas, mientras nosotros recordábamos con él, elogiándolos, algunos de los poemas de su memorable libro “Las Rubaíyatas de Horacio Martín”, él alababa el tinto que tomábamos, por cierto, un estupendo tempranillo de Cenizate.
Después vino a dar una conferencia sobre los distintos palos del cante flamenco -del que era un apasionado y una autoridad-, acompañado del cantaor Paco del Pozo -que venía de ganar la lámpara minera del Festival de las Minas-, y que ilustraba con su voz los comentarios de Félix Grande. Tras la conferencia-espectáculo, fuimos a tomar chocolate con churros. Recuerdo que me contó, entre otras, estas 3 cosas: que no escuchaba ni le interesaba otra música que el flamenco; que, desde “Las Rubaíyatas…” no había escrito poesía y dudaba que pudiera volver a escribir; y que estaba terminando una biografía novelada de su abuelo. Poco después, ésta apareció editada con el título de “Balada del abuelo Palancas”, sin duda, con “Las Rubaíyatas…”,  su mejor obra. No fue hasta doce años después cuando aparecieron sus últimas colecciones de poemas: La cabellera del Shoa y Libro de Familia.
Sin duda sus dos grandes pasiones fueron la escritura y el flamenco, pero podemos decir sin equivocarnos que su sueño fue una sociedad más justa e igualitaria. Descanse en paz.


EL CATALEJO. RADIO CHINCHILLA
Jueves, 6 de febrero de 2014.